El mundo lo construye la mente, no hay otro lugar. La mente se revela
como base universal de la experiencia: construye el placer y el sufrimiento,
arma el sentido de vida y despliega lo que llamamos muerte.
A la mente se le pueden observar diversos aspectos, por ejemplo la
capacidad diferenciadora, es decir, se aferra o rechaza algo externo. Otro es
la expresión discursiva constructora de pensamientos, que arma redes y que
funciona en relación a un punto de referencia exterior.
La mente despliega, piensa, hace planes, desea y manipula, monta en
cólera, crea oleadas de emociones y pensamientos de todo tipo, por los que se
deja llevar. En general, la mente fragmenta la vida a través de la experiencia.
La funcionalidad de la mente se ve envuelta por el aspecto psicológico
quedando velada por el rápido discurrir de los pensamientos y las emociones.
Con estos se construye la ilusión de un ego centralizado que está ubicado
espacial y temporalmente en un escenario vivido. Todo ello es alimentado,
además, por la idea de que uno es el cuerpo, cooperando con la generación
de dicha ilusión. Incluso se llegan a construir pensamientos sobre lo Divino,
localizándolo en alguna parte y considerándolo el creador y constructor de este
anfiteatro o escenario llamado vida cotidiana.
Si por alguna razón o sin ella, absorto en una observación de plenitud,
se deja de perseguir pensamientos que se despliegan de instante en instante, si
por algún instante no se omite o rechaza nada, si por un momento no hay
clasificación, la mente -que se ha
transparentado a través de la observación sin juicio- refleja en forma pura la
inteligencia esencial, que es la esencia más íntima, que es siempre y absolutamente
inmune al cambio. Lo real detecta el tren de datos que se detiene ante la
fuerza del silencio, ya no hay pensamientos, ni sensaciones, y se
despliega la flor de la comprensión. Mientras una brisa fresca acaricia la
piel, las ideas se muestran y desaparecen, reposando en la tranquilidad,
mirando el vacío que hay ante los ojos. Ni material ni sutil, nada que indicar,
ni siquiera afirmaciones teóricas, solo observación plena. R.Malak
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