Tenemos
la costumbre de abrir y cerrar puertas. Las hemos inventado con la pretensión
de impedir o facilitar el acceso a lo valioso, por medio de cerrojos, candados,
pestillos, y toda suerte de medios. ¿Podremos de este modo evitar, quizás, que
se divulguen los secretos?
Las
revelaciones muestran lo que estaba escondido, y descubrimos con ello,
asombrados, que estaba totalmente expuesto. Quedaban escondidas a la identidad
centralizada, pero abiertas al corazón del que ha comprendido el regalo que
abre lo Divino.
Cuando
examinamos teóricamente el arte de amar, nos enfrentamos a un problema muy
difícil. Reconozcamos que se precisa abandonar la teoría para avanzar a la
práctica. Se puede aprender algo de forma teórica, pero un arte, ¿es posible
desenvolverlo de otra forma que no sea practicándolo?
La
dificultad del problema se ve aumentada por el hecho de que la mayoría espera
recibir recetas que indiquen el cómo. ¿De qué modo hacer eso que se propone?
Para
amar hay que pasar de la enseñanza, abandonando la expresión egoica, dejando de
lado el pensamiento, ya sea superficial o profundo, sumergirse concretamente en
la meditación, pausada y profundamente.
Es cuestión de amar, no sólo como una experiencia, sino como una comprensión que podemos tener
por y para nosotros mismos. De ese modo se está en condiciones de dar amor.
Aparece
el conocimiento, que puede venir por la meditación constante, esa que muestra a
Si mismo, que se fija y se funde con el conocimiento universal. De esta manera
viene totalmente libre, como el cielo o el espacio.
No
es posible negar que suele sobrevenir la idea de acumular conocimiento, como un
mono o una ardilla que acumulan las nueces que caen del árbol. Aunque sea
conocimiento espiritual, aspiran a recibir algo; esa es la dificultad real.
Mientras la búsqueda esté apuntando a las formas que nos rodean, la puerta
interior parece cerrarse -aparentemente cerrarse- dado que la atención se ha
vuelto al demandante mundo fenoménico dejando de lado el despertar instantáneo.
“Con
el amor he sido bendecido, quedando toda mi expresión expuesta al viento. Si al
observar los modos quedo extasiado, ya todas las luces se han extendido. Es un
problema vivir medio sumergido, ante la escucha estoy sediento y es todo un
acontecimiento. Giro sin fin produciendo el olvido. En la agitada mente, todo
danza. Al mirar la plenitud, que es toda hermosura, se marca como una
bienaventuranza, que aparenta perder la cordura, colmando de alabanza, y
expresando amor silencioso que parece locura” R.Malak
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