En toda entidad viviente existe el anhelo por la felicidad; se busca sin saber cómo encontrarla. Muchos creen que podría estar en el bienestar material, otros suponen que es un producto mental que estuvo en nosotros o estará en algún momento en el futuro. Hay quienes piensan que mientras se cumplan las rutinas de comportamiento que fueron implantadas subliminalmente en el mar de nuestra interioridad, se logrará esa anhelada felicidad. Eso deja a la felicidad como un producto de la mente, como algo que me pasa o como el resultado de lo que haga o deje de hacer, y es por eso que la busco.
Algunos buscadores espirituales han supuesto que en la realización se encuentra la felicidad, por tanto se cubren con actitudes que aparentan espiritualidad. Algunos creen que realizarse es como tener el cielo en las manos, con la felicidad a su disposición y que cada expresión que nazca de ellos es luz y felicidad. Así entran a creer que los supuestos realizados poseen dones especiales que los hacen diferentes a los demás. Lo cierto es que la felicidad es nuestra naturaleza esencial, que aparece ante nuestra comprensión cuando las obstrucciones y los juicios demandantes y obsesivos se disuelven, y, reiterando, en cuanto se comprende qué es la realización, queda la certeza de que no hay nadie ni nada que se ilumine repentinamente, pues siempre fue y hemos sido luz y plenitud que ilumina. Saber esta cuestión implica conocer que hemos sido los creadores o las víctimas de esas semillas implantadas, y al instante se revela nuestra auténtica naturaleza mostrando la felicidad que es el otro nombre para la conciencia en movimiento.
Todos los entes vivientes tienen el derecho de ver y saber de lo indescriptible, que se muestra como una expresión de la felicidad, de cara a la Realidad, mientras esta felicidad envolvente se asoma como trasfondo. Se evidencia como una condición subyacente y permanente cuando se descubre que no hay otro sí mismo que sí mismo ahora y sin pensamientos, sucediendo una liberación de la ilusión. R.Malak
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