El mundo es y yo soy el mundo, formo
el mundo al igual que cada persona sueña su propio sueño. Únicamente al
despertar surge la cuestión de muchos sueños diferentes. Vuelta
la mirada hacia afuera, hacia lo fenoménico demandante, quedamos atrapados
en el sueño de la identidad. Ella está construida por la mente no
observada, las emociones no observadas y las acciones no observadas, todo lo
cual constituye el automatismo llamado Ego. Se reconoce como el falso yo, el
falso Ser, son las típicas máscaras, se describe como “la separación” y
ocasionalmente aparece como el enemigo oculto.
En cambio, cuando miramos hacia
adentro salimos del sueño egoico. La mente se libera del juego de los
pensamientos circulares y a eso se le llama estar despierto. Es la conciencia
que parece estar más allá del sujeto y del objeto y cuando ello se hace
evidente, o sea, cuando logramos llegar a ser conscientes de nuestra prisión
individual, es cuando tenemos la capacidad de trascenderla. En cambio cuando no
hacemos esta distinción, como presenciador quedamos ocultos bajo la obstrucción
de las aparentes percepciones demandantes.
El que permanece en el estado de
plenitud vive una vida sin presiones, ausente de angustias haga lo que haga y
sin límites de tiempo, es uno que está en ese estado permanente. Podría decirse
que su modo de conciencia es la meditación y se puede llegar a notar como
distinto del sujeto y el objeto. En cambio, el ego como autoestima cree ser más
importante que el colectivo, elevando una barrera compuesta con la
vanagloria y la vanidad, satisfecho con cómo es, cómo piensa, con lo que puede
hacer, con lo que sabe, con las posesiones que tiene y con el conocimiento que
despliega. Ahora, su contrario es la autoestima baja, que tiene la
misma connotación limitadora que la autoestima alta.
El que se ha establecido con comprensión
en el sueño ilusorio mira la vida como una comedia o danza, libre
del temor y de la ilusión de los ropajes, se ha establecido en lo permanente y
no puede volver a caer en el error. Más tarde, si abandona incluso este estado,
se sumerge en un estado indescriptible. La atención correcta y
precisa, desligada de los objetos, entiende la naturaleza del sujeto como
expresión de la misma conciencia, como uno que ya está de paseo por el sueño
fenoménico, invisible a las urgencias demandantes. Los sueños
se disuelven cuando se ven todos como algo imaginado, incluso se ve que los
sueños tienen fundamento en la memoria, en el recuerdo de lo falso que forma lo
falso. R.Malak
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