Imágen tomada del blog http://cartas-lastinas.blogspot.com/ |
“Conciencia,
te mostraste frágil. ¡De qué manera solo bastó que te diera un
aliento!, y se abrió el abismo, con su embeleso, deteniendo mi vida en la
frontera. El espacio y el tiempo quedan abiertos para surgir en amplitud.
La malla
fina del día ya es postrera, dejando lejos la comprensión que esperaba mayor
apertura, mientras el verdor no se detiene añadiendo experiencias.
Tomé la
plenitud y ardió la hoguera. Paseando desde el oscurecer hasta el amanecer,
nada hubo que dejara de complacer. Profetizando el porvenir sin barreras, me
perdí bajo las urgencias de la manifestación, dejando atrás la
tiniebla mientras ascendía la claridad que engañosamente parecía nueva”.
En
cambio, al quedar en manos de la mente, que es inestable y ávida de atención,
siempre entrometida en asuntos ajenos, la energía se consume en una proyección
hacia afuera. Esto se puede comparar con un mono encaramado en un árbol, que
brinca incansablemente de rama en rama. El movimiento característico de la
mente es también conocido como el salto del mono, ya que se mantiene la
tendencia a aferrarnos rápidamente a una nueva identificación tan pronto se ha
abandonado la anterior, como un mono que no suelta una rama antes de haberse asido
a otra. Si pudiéramos soltar la rama de la que estamos colgados,
sin agarrarnos a otra, caeríamos dentro del corazón, permaneciendo en la no
localización. Desaparecerá todo lo que uno conoce, todo lo que se nos ha
enseñado, como un proceso de desaprender. R.Malak