El lenguaje es una herramienta mental que trabaja con
opuestos. Las palabras, las frases que emitimos, no están provistas de un
significado independiente del contexto en el que las pronunciamos. El lenguaje
se parece a una caja de herramientas: no es posible establecer, antes de su
empleo, para qué sirve tal o cual instrumento, así como en este caso mis letras
están expresando ciertos momentos que, por su complejidad, prefiero dejarlos
como una prosa o poema.
“Un antojadizo ensueño poderoso de ausencias ocasionalmente
me impide respirar, el pasado se endurece como granito que choca fieramente con
la razón, el tiempo se apaga con el ahora y los ojos se deslizan con sonrisas,
la esperanza de ver lo real se asoma alimentada con el amor, dibujando en el
cielo figuras irreales, y mi ego se quema, o mejor dicho, como una estatua de
sal se sumerge perdiéndose en el océano de tu vida.”
La verdadera guía no debe tener un carácter dogmático,
debería consistir más bien en principios e ideales que señalen el camino. Todos
reconocemos la influencia de las enseñanzas de Cristo, de Buda, de Mahoma y de
muchos otros. Es preciso ver en ellos sus valores individuales, sin que
tengamos que quedar atados exclusivamente a las definiciones precisas que se han
asignado al método de vida de cada uno de ellos.
A veces la manifestaciones de los pensamientos construyen
tendencias, se transforman en hábitos que se arraigan en la memoria
presentándose constantemente como conductas específicas, así se autoalimentan
provocando reacciones dirigidas hacia un sentido. Conveniente es reconocer las
cualidades de esas tendencias o pensamientos para comprender si ellos son
constructivos o destructivos.
Lo adecuado, en relación a lo correcto o incorrecto de cada
situación, para uno que se encuentra más allá de las clasificaciones
espirituales, es lo nominalmente puro. Los sentidos y el cuerpo tienen
urgencias que deben ser canalizadas en forma adecuada y constructiva. Se
requiere saber quién es tentado y quién está ahí para tentar. Si se quiere
hacer un ejercicio de renuncia, más que hacerlo de las apetencias físicas es
algo que debe ser interno, no tan solo del cuerpo. La confusión fundamental es
identificase con el cuerpo, como no se conoce a sí mismo y se toma erróneamente al cuerpo por el Ser,
esto se extiende como error en sus expresiones a través de la
mente. R.Malak
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