En estos nuevos tiempos en que se observa que todo es de una
gran superficialidad, existen muchas personas que se asoman a los estudios
considerados espirituales como si fueran un nuevo logro que acumular. Los
intereses son diversos, algo así como por ejemplo, juntar antecedentes de la
ciencia o del arte, acumulando la información y el conocimiento de las más
diversas doctrinas. Ocasionalmente las prácticas que proponen estas doctrinas son
contradictorias o incoherentes unas con otras. Algunas de estas personas han
escuchado y leído que hay que construir una nueva personalidad dedicada a las
cosas profundas e intentan cambiar sus conocimientos por nuevos conocimientos y
rearmar una nueva identidad más comprensiva, más tolerante, más integral, etc.,
lo que en ningún caso es criticable.
Se va detrás de la búsqueda de un nuevo ropaje, una nueva
personalidad o un ego más enriquecido. Entre conocer cosas, conocer gentes,
conocerme, la pregunta que corresponde es: ¿dónde está el sentido auténtico? Todo
comienzo tiene final, la experiencia la atrapa el tiempo, y así como el espejo
nada hace sino que refleja, de igual modo la mente no hace nada aparte de
ordenar las distintas ideologías que se colocan en el carro del supermercado de
lo espiritual. El saber que sugiero no apunta a construir una nueva
individualidad, sino a ser lo que somos en lo esencial. Ahí comienza la vida en
la realidad profunda de Ser, una realidad de sentir y una realidad de ver con
ojos nuevos, y de conocer, sin especificaciones, sin formas y plena en el
silencio más profundo.
Se precisa dejar de perseguir las sombras y luces que se
reflejan, y cuando el agua de la mente que está en movimiento se detenga, es
cuándo comienza el trabajo real de certificar desde dónde se mira a la vida.
Seguir alimentando a la mente con diversas lecturas contradictorias, ya sean espirituales o psicológicas, ofrece el riesgo
de perder el sentido. Por otra parte, lo que desde el punto de vista relativo
puede parecer un proceso, desde el punto de vista absoluto deja de percibirse
como tal pues se constata que la realidad siempre Es.
Existe la tendencia a fragmentarnos, a dividirnos. Por un
lado nos colocamos como personas o individuos y por otro lado colocamos a la
Divinidad como una meta u objetivo. Como primera base, es fundamental constatar
que no soy el cuerpo grosero, pero sí lo uso y está dotado de distintas
cualidades. Se requiere notar que no soy los cinco sentidos de percepción
aunque ellos me permiten conocer el mundo fenoménico. Estas son los sentidos
del oído, el tacto, la vista, el gusto y el olfato, que aprehenden sus
respectivas sensaciones, es decir, el sonido, la textura, el color, el sabor y
el olor. No soy siquiera la mente que piensa y que ordena los pensamientos de
modo ya sea ordenado o disperso. ¿Qué soy realmente? Soy el observador y lo
observado, o dicho con más precisión, soy pura Observación. Soy sombra y luz que
por el momento cargo con el fardo de persona como ego, un punto de conciencia
centralizado a través del que tú también me escuchan y lees. R.Malak
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