En lo cotidiano creemos haber hallado una manera de vivir,
una creencia, lo que sea, y ahí nos establecemos. Validamos la importancia de
no ser perturbados, de estar interiormente seguros, de no ser dependientes. Al
estar en lo conocido todo lo cotidiano se nos muestras fácil, es nuestra zona
de confort y por lo general creemos que es nuestro único lugar y modo de vivir.
Lamentablemente esto no es permanente, es inestable y más tarde o temprano
provoca sufrimiento.
Retirar el velo de la mente limitadora aparece como una solución estable, y no
quedar así expuesto a la ilusión de los fenómenos cambiantes. Generalmente se
cree que los sufrimientos psicológicos son el resultado del apego. Así, si me
permiten una generalización, todo aquel que se apega a las personas,
posesiones, estatus social, a los futuros proyectos, está irremediablemente
expuesto a sufrir. Aparece como una solución el desapego; el que vive
desapegado puede cruzar la existencia
con un corazón tranquilo y sereno.
La conciencia espiritual es tan natural como la vida misma, no
se puede vivir la iluminación sin una realización en la que la razón esté en
proporción a las metas del diario vivir. El verdadero propósito de nuestra
existencia y de todas nuestras actividades sólo puede encontrarse a través de
la comunión con sí mismo.
La luz más pura, la más elevada Luz es de sí mismo, que puede
ser vista y al mismo tiempo, puede ser sentida y experimentada. En la luz y el
silencio el alma está permanentemente tocando su propia música para la
armonización del cuerpo, de la emoción, de la mente y del corazón.
Emulando a los sabios podemos decir: “soy aquel que es
inmanente en todos. Todo lo que se ve y oye en el universo, tanto en el
interior como en el exterior, está en mí. No soy ni el espíritu, ni el intelecto,
ni el pensamiento, ni el sentido del yo." El placer es percepción y estar desapegado
no significa eliminar las percepciones, solo implica no identificarse con el
cuerpo o con la mente. Permanecer en observación sin juicio no quiere decir que
no vamos a sentir los deseos, sino que se contemplan imparcialmente tanto la
satisfacción como la insatisfacción. No se trata de insensibilizarse de los
afectos ni de las sensaciones físicas, sino ese “dejar hacer” que sobreviene,
que ocurre cuando dejamos de tomarnos por una identidad y solo somos el testigo
desde sí mismo, inafectado por las variaciones de la existencia.
La observación sin juicio impulsa al desapego, aprendes a
conocer esos sentimientos que ignorabas cuando aparecían, provocando, temiendo
y llenándonos de conflictos ajenos a uno. Estas percepciones las notas como
testigo silencioso. Ninguna renuncia ha sido necesaria, hay una pura consciencia
tranquila y silenciosa que se vive al sacar ese conflicto psicológico. Es
importante no confundir este desapego con alguna práctica ascética; en el
desapego puedes gozar de todas las cosas
de la vida, y, sin embargo, no estar atado a ninguna de ellas. R.Malak
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