Las exigencias del ego por perpetuarse nos devoran a diario,
tanto en las orillas como en las plenitudes. Con una mirada más tranquila
aparece el desapego, que, avivando la llama interior de este fuego
resplandeciente, y de manera silenciosa, eleva nuestra comprensión de la
conciencia, comprensión que finalmente nos libera de las ataduras
condicionantes.
Siendo compasivo con las doctrinas espirituales, observo que
por lo general intentan alejarnos de las cosas demandantes que nos rodean - las
que nos deslumbran con su aparente belleza – y estimulan el desapego
impulsándonos a la búsqueda. Estas doctrinas nos llaman a ver hacia adentro,
hacia el mundo de las ideas morales, o a dirigir nuestra mente y nuestras
emociones hacia la búsqueda de lo que llaman cosas serias. Ese modo doctrinario
lamentablemente no orienta en estos tiempos hacia un desapego auténtico y
profundo, sino más bien a un desapego formal y moral; no cumple la meta de ver
al mundo como es.
El desapego de un ego demandante, obsesivo y acumulador, nos
conducirá a la acción justa; la acción
justa construirá el puente interior hacia el ser real, o mejor dicho, romperá
la barrera inventada de una vida dirigida a la acumulación de cosas. La acción
es una prueba de seriedad. La mayoría no es consciente de su cuerpo como tal, no
es consciente de sus sensaciones, sentimientos y pensamientos. Encontrar el
centro que está más allá de la conciencia cotidiana acontece sin esfuerzo,
produciendo una abertura en la mente, a través de la cual nos inundamos de luz.
La abertura no es la luz, es sólo una abertura, o dicho de un modo más preciso,
provoca la transparencia de la mente, lo que no es dogmático. El dogma está sólo
para que se lo trascienda en la revelación misma que se provoca con lo que
podría llamar la experiencia intuitiva, aunque el termino experiencia es
cuestionable. R.Malak
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